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La obsesión con que los niños coman sano lleva a los adolescentes a comer peor



Existe un libro sumamente vendido en el mundo titulado “Mi niño no me come” (Ed. Espasa) en 1999 por el famoso pediatra Carlos González. Este médico brinda múltiples charlas, conferencias y diálogos en redes sociales para ofrecer ayuda a los padres preocupados por la crianza de sus hijos.


En esta ocasión queremos tratar un tema que ya se puede llamar paranoia u obsesión porque los niños coman sano y se alejen del azúcar y la comida chatarra. “Por nuestra obsesión de darles a los niños comida sana, estamos consiguiendo que los adolescentes coman cada vez peor: papas fritas, hamburguesas, pizzas, etc. Algo que un pediatra nunca recomendaría”.



Estos excesos en la adolescencia pueden venir por el exceso de celo en la infancia por que los niños coman sano siempre.


¿Entonces? ¿Qué actitud o acción debemos tomar?

Carlos González está convencido que la mayoría de los bebés comen de todo, incluso lo que no deberían. “Lo que hay que tener es cuidado porque se meten todo a la boca”. “A partir del año, año y medio, según cada niño” entran en una fase selectiva a la hora de probar alimentos y “van reduciendo su dieta hasta llegar al típico menú infantil” de cualquier restaurante.


Por un lado, no se trata de que el niño coma solo los menús infantiles. “Unos días hay una comida, otros días otra. Unos días se come más y otros menos y de todo”.


Si el niño empieza a perder peso y es verdad que no come, hay que llevarlo al médico”. Señala este pediatra de forma clara y precisa y añade que si el niño está feliz “juega, salta y va engordando más o menos, quiere decir que sí come” aunque a los padres nos pueda parecer insuficiente la cantidad de comida que tome.


“A menos que se sienta muy enfermo, un niño comerá cuando sienta hambre”.


Conclusión

Siempre será mejor que coma alimentos saludables y balanceados. Podemos probar a poner más legumbres en el plato de los niños y apartarlos de los peligros de la comida basura. Siempre debemos mantener el sentido común y no prohibir una paleta, un helado o una hamburguesa ocasionalmente y cuidando las cantidades, especialmente si sus amigos también lo comen porque psicológicamente en la adolescencia se puede revertir el efecto de la enseñanza que queremos dar.



 
 
 

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